¡Oh Virgen María, admirable Madre del verdadero Dios
y clementísima Madre de los Hombres!
elevada en cuerpo y alma a la Gloria Celestial;
dulce abogada nuestra que llenas de belleza cielos y tierra
y nos iluminas a los hombres con tu limpia y clara luz,
a Ti que eres puerto seguro en medio de las tempestades
y de las tribulaciones que día a día nos apremian,
con sinceridad te rogamos escuches nuestro clamor
y nos cobijes bajo la sombra de tu maternal amparo
para que recorramos felizmente los caminos de la vida.